Sucralosa en la mira: Estudio revela cómo el edulcorante artificial afecta el cerebro y el apetito


Investigación publicada en Nature Metabolism muestra que Splenda aumenta el flujo sanguíneo al hipotálamo, alterando los mecanismos de saciedad, mientras el azúcar común los reduce.
El edulcorante artificial sucralosa podría engañar al cerebro aumentando el apetito en lugar de reducirlo, según un estudio clínico de la Universidad del Sur de California. La investigación, publicada en Nature Metabolism, que analizó a 75 adultos mediante escáneres cerebrales, descubrió que la sucralosa incrementa el flujo sanguíneo al hipotálamo -regulador del hambre- mientras el azúcar normal lo disminuye. Estos hallazgos cuestionan la eficacia de los edulcorantes para controlar el peso y revelan un nuevo efecto secundario potencial.
Cerebro vs. edulcorantes
El estudio comparó tres bebidas: con sucralosa, con azúcar y agua. Dos horas después de consumir sacarosa, los participantes reportaron un 30% menos hambre y mostraron niveles estables de glucosa e insulina. En cambio, la sucralosa no activó las hormonas de saciedad y provocó mayor actividad cerebral relacionada con el apetito. "El cuerpo espera calorías cuando percibe dulzor, y al no recibirlas, podría alterar sus mecanismos de regulación", explicó la endocrinóloga Kathleen Page, según reportó ScienceAlert.
Los resultados coinciden con estudios en animales que vinculan la sucralosa con alteraciones metabólicas y cambios en la microbiota intestinal. Preocupa especialmente que el efecto sea más marcado en personas con obesidad, cuyo cerebro mostró mayor sensibilidad al edulcorante. Con un 40% de adultos estadounidenses consumiendo estos productos regularmente, los investigadores urgen a profundizar las investigaciones, especialmente en niños, cuyo cerebro en desarrollo podría ser más vulnerable.
Mientras la OMS ya advirtió sobre posibles efectos metabólicos de la sucralosa, este estudio suma evidencia sobre cómo los edulcorantes artificiales podrían estar sabotear los esfuerzos por controlar el peso a largo plazo. El equipo ahora analiza su impacto en adolescentes, buscando determinar si estos productos alteran permanentemente los circuitos cerebrales del apetito durante etapas clave del desarrollo.