Royal Society instó a Elon Musk a renunciar por su vínculo con políticas anticiencia de Trump


La prestigiosa academia británica sugirió al magnate tecnológico considerar dejar su membresía tras su inacción frente a los recortes científicos de la administración Trump, según documentos internos.
La Royal Society, la academia científica más antigua del Reino Unido, pidió discretamente a Elon Musk que renunciara a su condición de miembro ante su incapacidad para mitigar los ataques del gobierno de Trump a la investigación científica. Según correos electrónicos internos obtenidos por The Guardian, el presidente electo Sir Paul Nurse sugirió en mayo al CEO de Tesla y SpaceX que "considerara abandonar" la institución si no podía defender sus valores científicos.
Musk, elegido fellow en 2018 por sus contribuciones a la industria espacial y de vehículos eléctricos, enfrentó crecientes críticas por su rol como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge) de Trump, organismo que recortó fondos científicos y promovió políticas consideradas anticiencia. "El daño extensivo a la ciencia en EE.UU. es una tragedia", escribió Nurse a Musk en marzo, pidiendo su intervención.
Una membresía en entredicho
La correspondencia reveló que Musk respondió inicialmente mostrando "compromiso con la ciencia", pero ignoró posteriores solicitudes para abordar preocupaciones específicas. Según reportó The Guardian, el 20 de mayo, Nurse envió un ultimátum: "Si no te sientes capaz de ayudar, quizá debas considerar renunciar". Musk solo reaccionó cuando se le informó que compartirían los detalles con otros miembros.
La Royal Society decidió finalmente no tomar medidas disciplinarias, argumentando que "no beneficiaría a la institución", pese a divisiones internas. Algunos miembros calificaron la decisión de "cobardía", mientras otros temieron sentar un precedente contra figuras con opiniones controvertidas. Stephen Curry, profesor de Imperial College London, criticó que la academia "no hizo cumplir su propio código de conducta".
El caso expone el dilema de instituciones científicas al lidiar con miembros poderosos cuyas acciones contradicen sus principios. Musk mantiene su membresía, pero la controversia revela tensiones crecientes entre el liderazgo tecnológico y la ética científica en una era de polarización política.
La Royal Society, fundada en 1660, enfrenta ahora preguntas sobre su capacidad para defender los valores que dice representar cuando chocan con intereses de figuras influyentes.