¿Qué pasaría si el mundo entero encendiera sus luces al mismo tiempo?


Un análisis experto revela los desafíos y consecuencias de un pico de demanda eléctrica global y el impacto de la contaminación lumínica en nuestro planeta.
Si cada persona en el mundo encendiera una luz de forma simultánea, la red eléctrica global enfrentaría un desafío sin precedentes. La electricidad, producida en centrales a partir de diversas fuentes como carbón, gas natural, uranio, agua, viento y luz solar, se inyecta en una compleja red de transmisión y distribución. Para mantener la estabilidad de esta red, el suministro eléctrico debe equilibrarse con la demanda en todo momento.
Cuando una luz se enciende, un generador debe compensar de inmediato esa energía para evitar un colapso del sistema, conocido como apagón. Los operadores de la red utilizan sofisticados sensores y computadoras para monitorear la demanda y ajustar la producción, ya que la carga total de energía varía significativamente según la hora del día y la estación del año.
Un aumento repentino y masivo en la demanda de electricidad exigiría una respuesta extremadamente rápida de las centrales eléctricas.
Las plantas de carbón y nucleares, aunque capaces de generar grandes volúmenes de energía, responden lentamente a los cambios de carga. Por otro lado, las plantas de gas natural ofrecen una mayor agilidad, lo que las convierte en la opción preferida para cubrir picos de demanda. Las fuentes renovables, como la solar y la eólica, si bien son menos contaminantes, presentan el desafío de su variabilidad inherente, dependiente de las condiciones climáticas.
Las baterías de gran escala se emplean para suavizar las fluctuaciones, pero su capacidad actual es insuficiente para alimentar ciudades enteras o gestionar un evento de esta magnitud. Algunas operaciones hidroeléctricas, sin embargo, pueden bombear agua a lagos durante baja demanda y liberarla para generar electricidad en momentos de alta necesidad.
La resiliencia de las redes y el impacto de la tecnología LED
Afortunadamente, dos factores clave mitigarían un colapso total del sistema ante un encendido global simultáneo. Primero, no existe una única red eléctrica mundial; la mayoría de los países operan sus propias redes o múltiples redes regionales. Aunque las redes vecinas, como las de Estados Unidos y Canadá, suelen estar interconectadas para el intercambio de energía, pueden desconectarse rápidamente, lo que limitaría la propagación de un apagón a nivel global. Segundo, la adopción masiva de bombillas LED en los últimos 20 años representa una ventaja significativa. Estas bombillas son considerablemente más eficientes que sus predecesoras, produciendo mucha más luz con un consumo energético notablemente menor.
El Departamento de Energía de EE. UU. estima que el uso de LED ahorra a un hogar promedio unos 225 dólares al año, y para 2020, casi la mitad de los hogares estadounidenses ya utilizaban esta tecnología para la mayoría de sus necesidades de iluminación.
Más allá del consumo energético, un encendido global de luces tendría un impacto visual considerable. Un aumento drástico en la iluminación intensificaría el resplandor del cielo, la luminosidad difusa que se observa sobre las ciudades por la noche. Este fenómeno ocurre cuando la luz se refleja en partículas de polvo y neblina en el aire, opacando el cielo nocturno y haciendo invisibles las estrellas. La luz artificial es difícil de controlar y puede reflejarse en diversas superficies. La iluminación excesiva y mal dirigida, como la de edificios de oficinas vacíos o farolas que brillan hacia arriba, contribuye a la contaminación lumínica.
Este problema no solo afecta la visibilidad estelar, sino que también puede perjudicar la salud humana al alterar los ciclos de sueño y vigilia, y desorientar a la fauna silvestre, incluyendo insectos, aves y tortugas marinas.
En resumen, si bien un encendido global de luces provocaría un modesto aumento en el consumo de energía, el efecto más notorio sería un incremento sustancial del resplandor del cielo y la desaparición de las estrellas, una vista poco atractiva.
Este artículo fue elaborado basado en información proporcionada por Harold Wallace, Curador de Colecciones de Electricidad del Museo Nacional de Historia Americana, Instituto Smithsonian, y republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons.