Los ácaros que viven en tu rostro: Aliados microscópicos en peligro de extinción

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José Ferrada 03-06-2025

Científicos revelaron que los ácaros Demodex, habitantes comunes de la piel humana, podrían desaparecer debido a su dependencia evolutiva de nosotros. Mientras, cumplen un rol clave en la limpieza de los poros.


(CNN) - Cada noche, mientras dormimos, decenas de ácaros microscópicos emergen de nuestros poros para alimentarse, aparearse y desplazarse por el rostro sin que lo notemos. Estos invertebrados, conocidos como Demodex, miden entre 0,15 y 0,4 milímetros y habitan en los folículos pilosos de casi todos los adultos.


“No son parásitos, sino comensales”, aclaró Alejandra Perotti, bióloga de la Universidad de Reading. Los ácaros se alimentan del sebo que producen nuestras glándulas y, a cambio, limpian los poros. Además, dependen de la melatonina que secreta la piel humana, una hormona que les da energía y los mantiene activos durante la noche.


Cuando la convivencia se vuelve problemática


Aunque generalmente inofensivos, los Demodex pueden multiplicarse en exceso si el sistema inmunológico se debilita, causando demodicosis. Esta condición, común en personas mayores o pacientes inmunodeprimidos, provoca inflamación, rosácea o descamación.


El Dr. Richard Locksley, de la Universidad de California, explicó que los animales salvajes no sufren por estos ácaros, pero los domésticos y los humanos sí. Esto sugiere que cambios genéticos en nuestra evolución nos hicieron más susceptibles.

Para detectar una infestación, los dermatólogos analizan muestras de piel bajo el microscopio. En casos graves, se recetan tratamientos con ivermectina, aunque eliminar por completo a los ácaros es imposible.


¿Una especie condenada?


Perotti advirtió que los Demodex enfrentan una “muerte evolutiva” debido a su simbiosis con los humanos. Al reproducirse solo entre ellos y sin depredadores, su diversidad genética disminuye. “Pierden genes y se vuelven más vulnerables”, señaló.


A pesar de su mala reputación, la experta insistió en que el problema no son los ácaros, sino un sistema inmunológico frágil. “Son compañeros que cumplen una función”, concluyó. Su posible extinción, aunque lejana, marcaría el fin de una relación simbiótica de miles de años.