La evolución humana se reescribe: El bipedalismo nació en los árboles, no en la sabana

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José Ferrada 20-08-2025

Estudio del Instituto Max Planck revela que chimpancés en Tanzania practican caminata erguida en copas arbóreas, desafiando la teoría clásica de la adaptación a terrenos abiertos.


El bipedalismo humano pudo originarse en los árboles y no en la sabana africana, según una investigación revolucionaria del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva. Tras observar chimpancés (Pan troglodytes schweinfurthii) en el Valle de Issa (Tanzania), la antropóloga Rhianna Drummond-Clarke documentó que estos primates "caminaban erguidos sobre ramas" mientras recolectaban alimentos, desafiando la narrativa de que nuestros ancestros adoptaron la postura vertical al descender a terrenos abiertos.


El estudio, publicado en Frontiers in Ecology and Evolution, analizó patrones de forrajeo en mosaicos de sabana –ambientes similares a los que habitaron los primeros homíninos–.


Arboricultura como "ruedas de entrenamiento" evolutivas


Los chimpancés de Issa, pese a vivir en un paisaje donde incendios estacionales queman 75% de la vegetación, pasaron tanto tiempo en árboles como sus congéneres de bosques densos. Su necesidad de procesar frutos verdes fibrosos y semillas en vainas los obligó a mantenerse verticales, sosteniéndose de ramas para alcanzar alimentos.


Según reportó Science Alert, Drummond-Clarke propuso que este comportamiento replica cómo los homíninos del Mioceno tardío (hace 5-7 millones de años) practicaron bipedalismo "con apoyo" antes de dominar la marcha en suelo firme.


La teoría resuelve inconsistencias fósiles: restos de homíninos con brazos largos y dedos curvos sugieren que conservaron adaptaciones arbóreas incluso en hábitats abiertos. Análisis de desgaste dental confirmaron su dependencia de recursos arbóreos. "El bipedalismo fue un proceso gradual en copas forestales", insistió Drummond-Clarke, argumentando que los árboles funcionaron como "entrenadores" naturales para desarrollar equilibrio y fuerza erguida. Este hallazgo redefine décadas de paleoantropología al sugerir que la sabana no fue el detonante único de la marcha bípeda.