Descubren un caracol peludo en una pieza de ámbar de 99 millones de años

Isabel Hodge 26-10-2022
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Los investigadores del Museo de Historia Natural y Etnografía detallan que se trata de una nueva especie de caracol terrestre y sus diminutos pelos, probablemente ofrecieron una ventaja evolutiva a los caracoles del período Mesozoico.


Las piezas de ámbar han permitido a la comunidad científica realizar grandes descubrimientos, puesto que esta resina -endurecida con el tiempo- proviene de algunos tipos de coníferas o árboles que han botado su “savia” y aprisionado a insectos, flores, u otras especies a su paso.

Parecido a lo que observamos en la película “Parque Jurásico”, esta gema vegetal al capturar cosas a su paso les proporciona una perfecta conservación, permitiendo así a investigadores estudiar a los insectos o vegetación atrapada en su interior.

Si bien no buscaban crear dinosaurios, los investigadores del Museo de Historia Natural y Etnografía en Colmar, Francia, junto a personal del Museo de Senckenberg, en Alemania, han descubierto en una pieza de ámbar a una nueva especie de caracol terrestre peludo.

La Dra. Adrienne Jochum, coautora de la investigación, explicó que “esta ya es la sexta especie de Cyclophoridae de caparazón peludo, un grupo de uñas terrestres tropicales, encontrada hasta ahora incrustada en ámbar mesozoico, de unos 99 millones de años”.

Esta nueva especie, llamada Archaeocyclotus brevivillosus, se origina en una mina de ámbar del Cretácico en el valle de Hukawng en Birmania.

El caracol fósil mide 26,5 milímetros de largo, unos 21 milímetros de ancho y 9 milímetros de alto. Sus finos pelos tiene una proporción de 150 a 200 micrómetros de largo. Eso lo lograron medir con microscopía clásica y microtomografía computarizada de rayos X 3D.

El equipo detalla en su artículo, publicado en la revista Cretaceous Research, que estos pelos probablemente ofrecieron una ventaja evolutiva a los caracoles del período Mesozoico, y les ayudaban a adherir a los tallos y hojas de las plantas.

Además, les entregaba una ventaja en la selección sexual y les producía una especie de “aire acondicionado”, ya que capturaba pequeñas gotitas de agua en su caparazón.