Guerra nuclear desataría hambruna global por colapso agrícola durante una década, revela estudio


Simulaciones de la Universidad Estatal de Pensilvania alertan que el invierno nuclear reduciría hasta un 87% la producción mundial de maíz, con efectos catastróficos que persistirían más de diez años.
Un conflicto nuclear generaría una crisis alimentaria mundial sin precedentes debido al "invierno nuclear", según un estudio publicado en Environmental Research Letters. Investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania simularon seis escenarios de guerra, desde enfrentamientos regionales hasta conflictos globales, analizando su impacto en el maíz —cultivo usado como indicador clave para la agricultura mundial—.
Doble catástrofe climática
El hollín inyectado en la atmósfera bloquearía la luz solar durante años, reduciendo drásticamente la fotosíntesis. Pero el daño se amplificaría por la destrucción masiva de la capa de ozono. Las detonaciones nucleares producirían óxidos de nitrógeno que, combinados con el calentamiento estratosférico, eliminarían la protección contra radiación UV-B. "Esto dañaría tejidos vegetales y limitaría aún más la producción mundial de alimentos", explicó Yuning Shi, líder de la investigación.
Los resultados mostraron consecuencias escalofriantes: un conflicto regional con 5.5 millones de toneladas de hollín reduciría un 7% la producción global de maíz. En cambio, una guerra total con 165 millones de toneladas causaría primero una caída del 80%, seguida de otro 7% adicional por radiación UV-B en su punto máximo (6-8 años postconflicto), sumando un colapso total del 87%.
La recuperación agrícola tomaría entre 7 y 12 años, con el hemisferio sur y las zonas ecuatoriales mostrando mayor resiliencia. "El norte sufriría impactos más prolongados y severos", precisó Shi.
Semillas para sobrevivir al apocalipsis
Ante el aumento actual de tensiones geopolíticas —que eleva este riesgo a niveles no vistos desde la Guerra Fría—, el equipo propuso "kits de resiliencia agrícola" con semillas adaptadas a bajas temperaturas y estaciones cortas. Armen Kemanian, coautor del estudio, destacó que estas reservas "reducirían pérdidas hasta un 10% y sostendrían la producción durante la recuperación de infraestructuras", siendo útiles también para otros desastres climáticos.
El estudio desmintió que el invierno nuclear contrarrestara el calentamiento global, subrayando que solo profundizaría la crisis. "Cuando ocurren catástrofes de esta magnitud, la resiliencia es esencial", concluyó Kemanian.