Estudio revela que el cerebro de los hombres se encoge más rápido que el de las mujeres: ¿qué significa esto para el Alzheimer?
Un análisis de más de 12.500 resonancias magnéticas en casi 4.800 personas sanas muestra que, durante el envejecimiento, los hombres presentan reducciones volumétricas más pronunciadas en varias regiones cerebrales. Los autores señalan que estas diferencias no explican por sí solas la mayor prevalencia de Alzheimer en mujeres.
Un estudio longitudinal publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) halló que —en promedio— los hombres sufren una mayor reducción de volumen cerebral durante el envejecimiento que las mujeres.
La investigación, basada en 12.559 resonancias magnéticas de 4.726 personas sin diagnóstico de Alzheimer ni deterioro cognitivo, comparó cambios estructurales cerebrales a lo largo del tiempo en un periodo medio de seguimiento de tres años entre escaneos.
Los autores analizaron múltiples medidas, incluido el grosor de la corteza y el volumen de regiones asociadas con la memoria y la enfermedad de Alzheimer, como el hipocampo. En términos generales, los hombres mostraron disminuciones más acusadas en un mayor número de áreas cerebrales. Un ejemplo concreto: la corteza poscentral —vinculada al procesamiento sensorial y propiocepción— disminuyó 2,0 % anual en hombres frente a 1,2 % anual en mujeres.
“Es fundamental comprender qué sucede en un cerebro sano para entender mejor qué ocurre cuando las personas padecen enfermedades neurodegenerativas”, afirma Fiona Kumfor, neuropsicóloga clínica de la Universidad de Sídney y comentora de la investigación. Para los autores, estos resultados amplían la comprensión científica del envejecimiento cerebral típico.
¿Significa esto que las mujeres no deberían preocupar por el Alzheimer?
Aunque aproximadamente el doble de mujeres recibe un diagnóstico de Alzheimer respecto de hombres, los investigadores subrayan que los cambios cerebrales relacionados con la edad observados en este estudio no explican esa mayor prevalencia.
Si el mayor riesgo femenino se debiera exclusivamente a un deterioro cerebral más rápido, el análisis habría mostrado una atrofia más pronunciada en regiones clave —hipocampo y precúneo— en mujeres; sin embargo, ese no fue el caso.
La coautora Anne Ravndal, de la Universidad de Oslo, señala que los hallazgos apuntan a otras posibles explicaciones para la disparidad en diagnósticos, como las diferencias en supervivencia, la susceptibilidad biológica o factores no medidos en este estudio.
Metodología y robustez del estudio
El trabajo integró datos de 14 conjuntos distintos y empleó al menos dos resonancias por participante para evaluar cambios intraindividuales.
Los investigadores controlaron variables relevantes y compararon trayectorias de volumen cerebral a lo largo del tiempo, lo que permite distinguir cambios por envejecimiento de variaciones entre individuos.
No obstante, los autores y revisores advierten limitaciones: la muestra incluyó una proporción elevada de personas con alto nivel educativo, lo que podría sesgar la generalización de resultados (la educación actúa como factor protector frente al deterioro cognitivo). Además, faltó información detallada sobre variables relevantes como etnia o la edad de la menopausia en las participantes femeninas.
Varios especialistas comentaron los resultados.
Para Amy Brodtmann, de la Universidad de Monash, si las diferencias en atrofia fueran determinantes del riesgo de Alzheimer, el estudio habría mostrado mayor deterioro en mujeres en regiones asociadas a la enfermedad; la ausencia de ello sugiere que la explicación es más compleja.
Kumfor añade que las enfermedades neurodegenerativas probablemente no se entienden observando solo la atrofia relacionada con la edad: “Es poco probable que simplemente observar los cambios de la atrofia explique las complejidades subyacentes”.
Los autores reportan además que, al ajustar por nivel educacional, algunas diferencias entre sexos en la tasa de deterioro se atenúan. De manera similar, cuando compararon hombres y mujeres con expectativa de vida similar en lugar de estrictamente por edad, las tasas de pérdida cerebral se mostraron más parecidas.