Escáneres cerebrales revelan cómo el cerebro procesa distintos tipos de amor

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José Ferrada 03-09-2024
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Un nuevo estudio revela que cada tipo de amor, desde el parental hasta el amor por la naturaleza, activa distintas áreas del cerebro, ofreciendo una visión única sobre nuestras conexiones emocionales.


En un estudio publicado en Cerebral Cortex, Investigadores de la Universidad Aalto en Finlandia han mapeado cómo el cerebro humano procesa diferentes tipos de amor, desde el amor parental hasta el amor por la naturaleza, revelando patrones únicos de activación cerebral. Utilizando escáneres de resonancia magnética funcional (fMRI), el equipo liderado por el filósofo Pärttyli Rinne encontró que cada tipo de amor tiene su propio "hogar" en el cerebro, activando distintas áreas en función del tipo de afecto.

El estudio, que es uno de los más grandes de su tipo, mostró que el amor parental desencadena la actividad cerebral más intensa, particularmente en el estriado, una región involucrada en la planificación y toma de decisiones, y en el tálamo, que juega un papel clave en la conciencia y el estado de alerta. "En el amor parental, hubo una activación profunda en el sistema de recompensas del cerebro en la zona del estriado al imaginar el amor, y esto no se vio en ningún otro tipo de amor," explicó Rinne, según reportó Science Alert.

El amor romántico, aunque comparte algunas similitudes con el amor parental, no activa el estriado y el tálamo con la misma intensidad, lo que sugiere que este tipo de amor puede estar menos relacionado con la planificación y más con la recompensa emocional inmediata.

Además de los vínculos interpersonales, los investigadores también exploraron cómo el cerebro procesa el amor por la naturaleza, las mascotas y los extraños. Sorprendentemente, el amor por la naturaleza activó la mayor cantidad de áreas cerebrales diferentes, lo que sugiere una conexión compleja y multifacética con el entorno natural.

Los dueños de mascotas mostraron patrones de activación cerebral más similares al amor interpersonal cuando se les pidió que pensaran en sus animales, en comparación con aquellos que no tenían mascotas. Este hallazgo refuerza la idea de que las mascotas ocupan un lugar especial en nuestros cerebros, similar al que reservamos para amigos y familiares cercanos.

A pesar de estos hallazgos, Rinne y su equipo advierten que el amor es un fenómeno complejo, influenciado tanto por factores biológicos como culturales. Aunque este estudio ofrece una visión más completa de cómo el cerebro procesa el amor, los investigadores subrayan la necesidad de realizar más investigaciones transculturales para entender mejor cómo diferentes factores influyen en nuestras experiencias emocionales.