El omega-3 podría reducir la agresividad hasta un 28%, aseguran expertos

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José Ferrada 21-07-2025

Un metaanálisis de la Universidad de Pensilvania respaldó el efecto moderado pero significativo de estos suplementos en el control de comportamientos violentos, tanto reactivos como planificados.


La ciencia descubrió un aliado inesperado en la lucha contra la agresión: los ácidos grasos omega-3. Un estudio publicado en 2024 en Aggression and Violent Behavior reveló que estos suplementos, comunes en cápsulas de aceite de pescado, redujeron hasta un 28% los comportamientos agresivos en distintos grupos de edad y contextos.


Investigadores de la Universidad de Pensilvania analizaron 29 ensayos clínicos realizados entre 1996 y 2024, con 3.918 participantes. Los resultados mostraron un impacto modesto pero consistente, independiente de factores como la edad, el género o condiciones médicas previas. "Es hora de implementar el omega-3 para reducir la agresión, ya sea en comunidades, clínicas o el sistema penal", afirmó el neurocriminólogo Adrian Raine, coautor del estudio, según reportó Science Alert.


Un efecto dual contra la violencia


El metaanálisis demostró que el omega-3 mitigó tanto la agresión reactiva —respuesta impulsiva a provocaciones— como la proactiva —actos premeditados—. Estudios previos vinculaban estos nutrientes con beneficios para la salud mental, como la prevención de la esquizofrenia, pero esta fue la primera evidencia sólida sobre su papel en el control de la violencia.


Aunque el mecanismo exacto sigue bajo investigación, los científicos sugieren que el omega-3 regula procesos cerebrales clave, reduce la inflamación y compensa deficiencias nutricionales vinculadas a conductas antisociales. Raine aclaró que no es una solución mágica, pero subrayó: "Los padres de niños agresivos deberían saber que una o dos porciones extra de pescado a la semana podrían ayudar".


Los hallazgos se suman a otros beneficios cardiosaludables de los derivados del aceite de pescado, como la reducción de infartos o accidentes cerebrovasculares. Pese a las incógnitas pendientes, el equipo insistió en ampliar las investigaciones: "Tenemos bases suficientes para actuar", concluyó Raine.


Con un tono cauteloso pero esperanzador, el estudio abrió una nueva vía para abordar la agresión desde la nutrición, reforzando el vínculo entre dieta y salud mental.