El misterio científico detrás de las cosquillas: ¿Por qué reímos si no nos gustan?

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José Ferrada 29-05-2025

Neurocientíficos investigan la extraña respuesta humana al cosquilleo, un fenómeno universal que aún desafía a la ciencia pese a ser estudiado desde la antigua Grecia.


La risa incontrolable que provocan las cosquillas esconde uno de los enigmas más persistentes de la neurociencia. Pese a que filósofos como Aristóteles y Darwin reflexionaron sobre este fenómeno, la ciencia aún no explica por qué ciertos toques desencadenan esa reacción, especialmente cuando muchas personas no encuentran placer en la experiencia. Konstantina Kilteni, neurocientífica del Instituto Karolinska, lidera una investigación pionera para descifrar este misterio mediante experimentos con robots y estudios cerebrales.


Un rompecabezas evolutivo y neurológico


Kilteni descubrió que las cosquillas, conocidas técnicamente como gargalesis, activan múltiples áreas cerebrales relacionadas con lo afectivo, motor y sensorial. Su revisión en Science Advances reveló vacíos críticos: no existe consenso sobre por qué zonas como las axilas o los pies son más sensibles, ni por qué es imposible hacerse cosquillas a uno mismo. "Es fascinante que un fenómeno tan reconocible carezca de explicación", señaló la investigadora a ScienceAlert.


El estudio mostró patrones curiosos: personas con autismo perciben el cosquilleo como más intenso, mientras quienes tienen esquizotipia sienten igual intensidad al tocarse ellos mismos. Esto sugiere que el fenómeno podría ayudar a entender trastornos neurológicos. Además, observaciones en ratas y primates indican que las cosquillas podrían tener raíces evolutivas, posiblemente como mecanismo de vinculación social o defensa.


Para estandarizar la investigación, Kilteni desarrolló un dispositivo con manos robóticas que aplican cosquillas controladas, eliminando variables humanas. "Necesitamos datos precisos antes de teorizar sobre su función", explicó. Los próximos pasos incluyen estudiar personas con lesiones cerebrales para resolver por qué el cerebro bloquea la autosensación de cosquilleo.


Aunque el tema parezca trivial, sus implicaciones son serias. Comprender este mecanismo podría revelar claves sobre la percepción corporal o trastornos como la esquizofrenia. "Quizás las cosquillas tuvieron un propósito que ya no reconocemos", especuló Kilteni. "Pero hasta entonces, seguiremos riendo... y preguntándonos por qué".