Descubren el origen de misteriosas ráfagas de radio en la Vía Láctea: Un sistema binario de estrellas


Astrónomos identifican que las señales de radio, que pulsan cada dos horas, provienen de una enana blanca y una enana roja a 1.600 años luz de la Tierra.
(CNN) - Un equipo de astrónomos resolvió el misterio de las ráfagas de radio de larga duración que han intrigado a los científicos durante una década. Estas señales, que pulsan cada dos horas, provienen de un sistema binario formado por una enana blanca y una enana roja, ubicado a 1.600 años luz de la Tierra, según un estudio publicado en Nature Astronomy.
Las ráfagas, que duran entre 30 y 90 segundos, son diferentes de las ráfagas de radio rápidas (FRB), que suelen ser más luminosas y duran milisegundos. “Estas señales tienen energías más bajas y duran varios segundos”, explicó Charles Kilpatrick, coautor del estudio.
Un sistema estelar en interacción
El sistema binario, llamado ILTJ1101, está compuesto por una enana blanca —una estrella muerta— y una enana roja, la estrella más común del universo. Ambas orbitan alrededor de un centro de gravedad común cada 125,5 minutos, y su interacción magnética genera las señales de radio.
“Las señales podrían ser causadas por el campo magnético de la enana blanca o por la interacción de los campos magnéticos de ambas estrellas”, señaló Iris de Ruiter, autora principal del estudio.
Un fenómeno más común de lo pensado
Este descubrimiento sugiere que las ráfagas de radio de larga duración podrían ser más frecuentes de lo que se creía. En los últimos años, se han identificado 10 sistemas similares dentro de la Vía Láctea. “Ahora que sabemos que existen, las estamos encontrando en datos históricos”, dijo Natasha Hurley-Walker, astrónoma de la Universidad de Curtin.
El equipo planea continuar estudiando ILTJ1101 para entender mejor la interacción magnética entre las estrellas y buscar señales de luz ultravioleta que revelen más detalles sobre su historia. “Las señales de radio han desaparecido, pero podrían reaparecer”, añadió de Ruiter.
Este hallazgo no solo resuelve un enigma astronómico, sino que también abre la puerta a nuevos descubrimientos sobre los objetos más extremos del universo.