COVID al día: Produce diabetes tipo 1, por qué afecta el olfato y por qué Latinoamérica ha sido tan golpeada

Futuro 360 26-06-2020
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Futuro 360 te resume los hechos más destacables del mundo científico de la cuarta semana de junio de 2020: Desde nuevas relaciones entre la enfermedad y otras patologías hasta por qué tal vez necesitaremos más de una vacuna para detener a SARS-CoV-2.


La emergencia sanitaria producto de la pandemia de COVID-19 tiene conmocionado al mundo científico. Diferentes investigaciones que buscan saber un poco más sobre el coronavirus y hechos noticiosos relacionados al virus se publican semanalmente, mejorando nuestro entendimiento del contagioso patógeno.

Los estudios, investigaciones y noticias abarcan consecuencias relacionadas o producto del coronavirus. Acá te dejamos un resumen con los hechos relacionadas al virus más destacables de la última semana de Junio.

Los efectos del SARS-CoV-2 a largo plazo aún están por conocerse del todo pues la pandemia tan solo lleva medio año y muchas de sus secuelas e inclusos síntomas todavía se desconocer.

Sin embargo, un grupo de científicos de la Universidad de Monash, Australia, pudo establecer una relación entre la aparición repentina de la diabetes en pacientes COVID-19 que antes no sufrían insuficiencia de insulina, especialmente en portadores asintomáticos del coronavirus.

“La anosmia es el término médico con el que se define la pérdida total del olfato. En muchas ocasiones, esta enfermedad es provocada por virus inflamatorios que atacan la parte superior del tracto respiratorio, es decir nariz y boca”, explica en un inicio a Futuro360 Álvaro Valenzuela, otorrinolaringólogo de Clínica Biobío.

Sin embargo, en el caso del SARS-CoV-2, el patrón de pérdida de olfato es diferente. Muchas personas contagiadas con COVID-19 reportaron una pérdida repentina del olfato para luego recuperarla en una semana o dos. Muchos aseguraron tener la nariz despejada y sin ningún tipo de mucosidad. Para otros, la anosmia se prolongó por semanas; por lo que los científicos teorizaron dos posibles causas de las por qué esto se pudo haber provocado.

Ambas tienen que ver con un bloqueo de las células neuronales encargadas de percibir los olores. Pero ahora científicos han analizado a través de escáneres cerebrales que las personas contagiadas con COVID-19 que padecen de anosmia, evidencian que el bloqueo se genera por la inflamación de las células que sostienen a las neuronas olfativas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió que se aumente la producción del esteroide dexametasona y se “distribuya rápidamente en el mundo entero”. El llamado lo hizo el Tedros Adhanom, director general del organismo multilateral durante un punto de prensar virtual desde Ginebra, sede de la OMS.

La dexametasona es un esteroide de bajo costo y que ha resultado ser eficaz para tratar a los enfermos más graves de COVID-19.

A casi seis meses del primer reporte oficial, el COVID-19 afecta fuertemente América Latina. Los casos siguen en alza y las muertes producto del virus también. Hasta la publicación de esta nota, tres países superaban la barrera de los 230 mil casos y se mantienen entre los 10 países con más contagiados: Brasil, Perú y Chile.

Si bien observamos con antelación lo que ocurrió en Asia y Europa, no se ha reflejado en un estancamiento de los contagios, por el contrario, estos siguen al alza ¿Cuáles son las causas que incidieron en este dramático escenario? ¿Qué errores se cometieron en Chile y el resto del continente?

Se estima que hay más de 160 vacunas en desarrollo contra el COVID-19. Diez de ellas ya son probadas en fases clínicas. A diario vemos nuevos antecedentes sobre sus avances, casi como si fuera una “carrera” donde se compite por quién logra primero el objetivo.

Sin embargo, los análisis científicos apuntan a que las diferentes características de nuestra respuesta inmune según la edad sugieren que debemos apostar por varias vacunas contra el SARS-CoV-2, en lugar de una sola. Así lo plantean al menos las investigadoras María Mercedes Jiménez, Matilde Cañelles y Nuria Campillo en un artículo publicado en The Conversation.

Vamos por parte. Lo primero para entender esta hipótesis es comprender cómo funciona el cuerpo humano ante un patógeno como el nuevo coronavirus.